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El recuerdo

En las horas
en que el paisaje se vacía
—todo se lo han llevado las nubes—,
los objetos de familia,
las palabras íntimas.
En una soledad de todas las cosas,
ciego, mudo, sólo me quedan unos cuantos dedos
para tocar las piedras y las rosas
que tú tocaste
o que solamente rozó el viento
de suave gloria que te trajo.
En la desaparición del panorama que fueron mis ojos;
en la interrupción del viaje de música
que fueron mis oídos;
en la pérdida de todo idioma
(acaso por una bagatela de ortografía),
me rodean las horas
sin tiempo y sin clima
para entregarme
el tacto de las piedras y las rosas
que tus pies y tus manos
tocaron
o que apenas rozó el viento
de suave gloria que te trajo.
Tu ausencia ha dejado sobre las piedras
una florecita que tal vez es negra.
Y en la vida
de la piedra y la flor tras de tu sombra,
mis manos ven y oyen y graban un signo
que compendia todas las cosas.
En las horas,
en que se perpetúan los instantes
de tu ausencia presente de paloma.



De: Hora y 20


CARLOS PELLICER




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